JUAN JOSÉ RUÍZ RUÍZ (Madrid 1967), vive en Granada desde hace ya mucho tiempo, tierra a la que está estrechamente vinculado y por la que se siente profundamente andaluz.
Novelista con una insólita capacidad narrativa, ha publicado su primera novela titulada El legado del escorpión (Madrid, 2009), y que es un modelo de agilidad narradora y de síntesis de costumbres y aconteceres históricos, no en vano el discurso de aquella se sitúa en el fascinante inicio del s.XIX español.
Autodidacta, no obstante, son claras las influencias literarias y narrativas, unas por evidentes (clásicas, por Benito Pérez Galdós, contemporáneas, por Arturo Pérez Reverte), otras, potenciales, de influencia no menos digna de ser reseñada con más detenimiento (puede ser el caso de escritores netamente noventayochistas: con Pio Baroja, Unamuno, Valle-Inclán o Ángel Ganivet, a la cabeza), o netamente áureos como el mismo Miguel de Cervantes, o el más cáustico narrador visto, disfrutado y entendido en D. Francisco de Quevedo.
La manera extraordinariamente grácil, frugal, nos atreveríamos decir, en la que se desarrolla la acción narrativa de El legado del escorpión, da buena cuenta de tan elevados influjos. La cadena de acontecimientos, en su perfecta coherencia, y aun rigiendo las leyes de la sucesividad y causalidad sin excesivos sobresaltos, habrán de reflejar una estructura impecablemente construida y excepcionalmente refleja en la historia que, con tanta agilidad y maestría, nos cuenta. La acción narrativa y sus respectivos actantes se verá dinámica y ágilmente expresa en la sucesión tanto de los entrañables (o detestables) personajes de la novela.
Otro elemento muy destacable en su relato es el alcance del que es capaz nuestro novelista en tanto en cuanto que, la distancia temporal (lo que se reconoce como la anacronía perceptible en la acción narrativa), tanto en las analepsis (saltos en el tiempo hacia el pasado)– no demasiadas- y las prolepsis (saltos o referencias hacia el futuro) exiguas en su cantidad y aún más en su relato, guardan un notable equilibrio, por el que se mantiene aquella ya proverbial agilidad de narración que les comentaba desde el principio, y que en realidad no harán sino fortalecer el relato primario, cuya relación cronológica queda todavía más y mejor fortalecida.
Nos parece además extremadamente hábil el planteamiento autodiegético (autobiográfico, decimos) que hace el autor protagonista de la obra nuestro singular emisor empírico de la novela; así lo manifiesta aquel autor implícito de la narración (Juan Ruíz de Medinaceli, acaso alter ego del verdadero autor de la novela, nuestro querido amigo Juan José Ruíz) que ofrece una estrategia excepcional y extraordinariamente útil para, no sólo una interpretación recta de la historia, también sumamente entretenida e incitadora para la continuación de la lectura del relato en todas sus seductoras consecuencias narrativas.
Finalmente, el desenlace de la obra, tan impactante como el inicio de la misma, resuelve su acontecimiento, después de las aventuras, intrigas, etc… con una indubitable estabilidad en la situación final de los acontecimientos relatados, aunque, no obstante, y esto es una personal apreciación de quien les habla, queda una sensación de no resolución total, y en cuyo suspense, tal vez, se da pie a una posible parte segunda de la obra.
Juan José Ruíz Ruiz prepara ya su próxima novela, la cual esperamos ya con gran impaciencia, muy seguros de que ha de seguir los designios de aquella excepcional primera (El legado del escorpión), que ha agotado ya dos ediciones, y tan buenos ratos de entretenida y excepcional lectura nos ha proporcionado.