Biografía de don Cosme Damián Churruca y Elorza.

(Por Antonio Luis Martinez Guanter).

Nació don Cosme Damián de Churruca y Elorza en Motrico (Guipúzcoa), el veintisiete de septiembre de 1761.
Sus padres Don Francisco de Churruca y Doña María Teresa de Elorza. La primera aula de estudios del joven, fue el seminario conciliar de Burgos.

En esa comunidad, escuela de teología y ascética, hallabase casualmente un joven oficial de Marina, sobrino del arzobispo de Burgos. Bastó ese contacto indirecto para que se despertara en él su afición a las cosas de la mar.
Concluyó sus estudios y corrió a casa de sus padres en solicitud de su venia para lanzarse en busca de los peligros, fatigas y escaseces de la vida del marino.
El quince de junio de 1776 vistió, el honroso uniforme de guardiamarina a la temprana edad de quince años, su ascenso a alférez de fragata fue el premio de los brillantes estudios hechos, en las escuelas navales de Cádiz y Ferrol durante dos años, sobresaliendo entre todos sus compañeros.

En octubre de 1778 pone el pie por primera vez sobre la cubierta de un navío. El “San Vicente”, al mando del bailío don Francisco Gil y Lemus, recibe al joven quien, desde los primeros pasos en su carrera, dio a conocer sus admirables disposiciones de marino.
Esta primera campaña, muy borrascosa, puso en evidencia el arrojo de Churruca frente a los peligros y su aptitud para aminorar los riesgos mediante el estudio de las maniobras.
El trece de diciembre de 1781 pasó a la fragata “Santa Bárbara”, al mando de don Ignacio de Álava.
En el sitio de Gibraltar se distinguió del modo más brillante, acudiendo intrépido a apagar el incendio de las flotantes y llevando socorro, con el bote de la fragata, a las tripulaciones de los buques incendiados, entre un diluvio de metralla que despedían las baterías de la plaza y las explosiones no menos peligrosas de la baterías que ardían.

Cuando la paz firmada en 1783 suspendió la lucha, acudió al estudio que forma al marino. Solicitó y obtuvo el ingreso en la academia de Ferrol. Su admisión a pesar de no haber vacante, se le añadió el cargo de ayudante de guardiamarinas.
Al año siguiente sustituía a los profesores de varias clases y siguiendo en esa vida laboriosa, en 1787 dio el primer ejemplo de un examen público en las aulas de la institución sobre matemáticas, mecánica y astronomía. Se granjeo la admiración del numeroso auditorio.
Habiendo determinado el gobierno que, el capitán de Navío don Antonio de Córdoba continuase sus exploraciones del estrecho de Magallanes, pidió a don Cosme, ya teniente de navío, que le acompañase.
A él le cupo la parte astronómica y geográfica de aquella expedición científica. Grandes fueron los peligros, incesantes las penalidades de aquellas investigaciones, en mares en que reina casi de continuo el vendaval.
En unión de su digno compañero de armas y de estudios don Ciriaco Cevallos, hizo un trabajo completo de reconocimiento del estrecho en dirección al océano Pacífico.

Como la modestia va unida siempre al verdadero saber, es de notar con qué sencillez cuenta en su diario, las fatigas y los inauditos padecimientos de su peligrosa misión.
Publicó su escrito en el apéndice del primer viaje de Magallanes, dado a la luz en Madrid en 1795.
Los aplausos que arrancó a la opinión pública y a sus compañeros de la Armada, no le inspiraron más orgullo que el que se desprende de esta nota: “Si se atiende a las circunstancias en que se escribió este diario, no se extrañaran los yerros o equivocaciones que se encuentran en él”. Esas circunstancias eran las penalidades de su exploración que acabaron con su salud. Cayó gravemente enfermo y sintió amagos de escorbuto, que felizmente no fueron a más.

En 1789 es agregado al Observatorio; si bien aún convaleciente, se entrega a estudios que no contribuían de seguro a su restablecimiento.
Al año es llamado a ser ayudante del mayor general de la escuadra al mando del marqués del Socorro; hace la campaña y vuelve a su puesto.
La continua tensión de sus incansables trabajos intelectuales, acababa con una salud nunca bien restablecida; hubo que pensar seriamente en un descanso indispensable. Pasó a respirar el aire balsámico de las montañas de Guipúzcoa y consiguió el completo restablecimiento de su quebrantada salud.
El ministro de Marina determinó que saliera de la península una expedición científica formada por dos secciones, una de las cuales debía recorrer las islas y costas del golfo mejicano y la otra el resto de las del continente, con el fin de formar el atlas marítimo de la América septentrional. Consultó el ministro la elección del oficial que debía mandar la interesante expedición. Se dirigió a un ilustre marino: don José de Mazarredo, buen juez del mérito individual de los oficiales de la Armada.
Sin titubear propuso a Churruca, se le diese el mando en jefe de la expedición.
Una real orden de diez de noviembre de 1791 puso término al descanso del hábil marino, sin que fueran obstáculo ni su graduación de capitán de fragata, ni su edad, treinta años, cuando tantos oficiales de más alta graduación y de más años podían reclamar el honor que se le concedía al modesto Churruca, que nada solicitaba en su agreste retiro. Nadie murmuró, nadie puso en duda lo acertada de la elección.

Fue a Madrid y se dedicó exclusivamente a conferenciar con el ministro y con Mazarredo, para informarse cabalmente de los objetivos que pretendía el gobierno.
Cumplida esta primera parte de su comisión, se embarcó en Cádiz el diecisiete de junio de 1792 y dio la vela en ese día con su grupo, compuesto de los bergantines “Descubridor” y “Vigilante”.
Dos años y cuatro meses duró la campaña científica, contrariada por todos los incidentes ordinarios, a los cuales vino a sumarse la guerra marítima con Francia.
Pudieron más el glorioso empeño del jefe y su constancia; cumplió tan plenamente su misión, que sus trabajos, sometidos al examen de los observatorios más célebres de Europa, merecieron el aplauso universal y a su autor una nombradía general. Publicadas sus “Memorias”, la celebridad se asentó entre los más afamados en el mundo científico. Mas tan dura como gloriosa campaña no se realizó, sin grave menoscabo de su salud, de suyo poco robusta.
Se embarcó en la Habana y regresó a España en el navío “Conquistador”, de segundo comandante.

De Cádiz, donde arribó, pasó a Madrid, donde recibió en premio de sus servicios el ascenso a capitán de navío, con fecha anterior de casi dos años.
Su mala salud no le permitió concluir la historia de su campaña y esa misma causa hizo postergar la publicación de las treinta y cuatro cartas esféricas y mapas geométricos y ésta es la hora en que no se han publicado todavía, más que una pequeña parte de ellas.
En 1802 publicó la carta esférica de las Antillas; la particular geométrica de Puerto Rico salió poco después. Así en los años sucesivos, fue publicando otros trabajos que forman una colección riquísima, de cuanto puede interesar a la ciencia náutica.
En 1797 fue nombrado mayor general de la escuadra al mando de Mazarredo. Cosme Damián Churruca, fue el encargado, a instancias de Mazarredo, de examinar algunas llaves de artillería para poder introducirlas en la Real Armada y modernizarse en este apartado. Churruca ideó una llave que parecía aventajarse a la que utilizaban otras marinas extranjeras, por lo que fueron aceptadas y aprobadas, comunicando por R.O. del 14 de abril de 1801 para que se generalizase su uso en los buques de S.M. Aunque para Trafalgar no hubo suficientes para sutir más que a un par de buques.
En 1798 obtuvo el mando del navío “Conquistador”; halló el navío en el más lastimoso estado, tanto con respecto al armamento como a su tripulación. Severo militar, a la par que entendido marino, en poco tiempo hizo del navío a su mando un modelo en todos los sentidos.

Nuestra alianza con Francia exigió que una escuadra española fuera a incorporarse a otra francesa en el puerto de Brest. Pasó con el navío y la escuadra de que formaba parte, de Cádiz a Brest, donde fondeó el nueve de agosto de 1799.
Allí escribió una instrucción militar, que imprimió y repartió a sus compañeros; sirvió admirablemente a su propósito de establecer en la Armada una más completa y severa disciplina. Hablando de Brest y del “Conquistador”, hemos de recordar diferentes pormenores de la estancia en aquel puerto: necesitaba recorrer sus fondos; el general de la escuadra mandó que entrase en uno de los diques de Recouvrances, cuando un buque de guerra va a entrar en dique para recorrer, tiene el jefe de ingenieros que prepararle la cama, o sea los piques en que ha de ajustar su quilla en la forma conveniente para que, el quebranto del buque no se aumente cuando quedando en seco y apuntalado, descansa toda su mole sobre dichos piques.
Para formar la línea de éstos en relación con el referido quebranto, pidió el ingeniero Guignard al comandante los calados de popa y proa y también de su batería.
Deseoso Churruca de saber cómo utilizaba el ingeniero aquellos datos para conseguir su objeto, con la sencillez de un hombre de ciencia, se lo preguntó; más el francés se negó a satisfacer su curiosidad, diciéndole que era un “secreto”.
Picado en su amor propio como científico, por tan necia negativa, se encerró en su cámara durante dos días enteros, haciendo cálculos que le diesen el resultado del famoso “secreto” del francés. Lo halló y radiante de alegría, salió al alcázar, exclamando: ¡lo encontré!, ¡lo encontré!.

Efectivamente, había penetrado ese “secreto” mediante una fórmula matemática, hoy ya muy conocida, merced a la cual se preparó la línea de piques, para que el navío entrase a carenar sobre ellos.
Pero Churruca, más amante de la ciencia que el ingeniero francés, se dio prisa en vulgarizar esta fórmula, publicando una “Memoria” sobre ella y destruyendo así, el misterio de que tan ufano se mostraba Guignard.
Siempre ocupado por mejorar cuanto se relacionara con la Marina, objeto de una especie de culto, empleaba su permanencia en Brest perfeccionando y simplificando las maniobras; cuando recibió del gobierno el encargo de pasar a París con una misión científica. El primer cónsul Bonaparte, para quien todo mérito sobresaliente era un atractivo, conocía la fama del sabio español. Quiso verle y le acogió con las mayores demostraciones de aprecio. En París, en plena expansión napoleónica, halló la recepción que merecía.
Su estancia en la capital debía dejar en el alma de Churruca recuerdos muy gratos; para que nada le faltase, habiéndose publicado en Madrid por aquellos tiempos su carta esférica de las Antillas, adoptada por el gobierno francés junto con las demás que publicó, mando el gobierno presentar un ejemplar a Churruca por el conducto del prefecto marítimo, como un regalo y un homenaje rendido a su saber.
Añadió el primer cónsul un sable de honor, la prenda más estimable para un valiente.

Si a estas demostraciones tan honoríficas, añadimos la distinción pública que le dispensó el general Gravina, comandante de la escuadra, saliendo a recibir al comandante del “Conquistador”, cuando regresó desde París a Brest, acto público que decía a toda la población el alto aprecio en que el general en jefe tenía a uno de sus subordinados, parecía que nada faltaba para la completa satisfacción de éste. Mas hecha la paz, el gobierno español cedió a Francia seis navíos de línea.
La fama del “Conquistador” era tanta, que considerándolo los marinos franceses como un modelo, le pidieron nominativamente entre los seis navíos que se les había de entregar.
Churruca, a quien todos los halagos del primer cónsul no alucinaban ni poco ni mucho, sobre los inconvenientes de la alianza francesa, desaprobaba sin rebozo la malhada cesión. Mas su dolor no tuvo límites cuando hubo de separarse de su amado navío que, en cierto modo él había creado, al cabo de tres años de esfuerzos constantes.
Volvió a Cádiz como pasajero en el navío “Concepción”; llego el veinticinco de mayo de 1802. Obtuvo una licencia para descansar de sus laboriosas tareas.
Aprovechó ésta repartiendo su tiempo entre dar una vuelta por su pueblo y un viaje al mediodía francés. En su retiro siguió ocupando útilmente el tiempo el célebre marino y no rehuyó la vara de alcalde de Motrico; desde Madrid le pedía el gobierno informes y dictámenes relativos a la Armada, en cuyos trabajos se complacía.
En noviembre de 1803 se le dio el mando del navío “Príncipe de Asturias”; a muy poco de estar a las órdenes de su nuevo comandante, fue este navío otro modelo como el anterior. Todo lo que dirigía llevaba el sello de su inagotable sabiduría.
Los cuidados del mando y de la organización de su navío, no fueron obstáculo para que revisase, en compañía de don Antonio Escaño, el “Diccionario de Marina”.
El gobierno le encargó también de hacer experiencias de puntería; como resultado redactó un tratado de puntería para la Armada, que en España y en el extranjero ha servido mucho tiempo de guía.

Daba la última mano a la organización de su navío, cuando pidió el mando del navío “San Juan Nepomuceno” carenado de nuevo. El gobierno accedió a la demanda, añadiendo por Real Orden, un permiso especial del Almirantazgo para armarlo y prepararlo a su conveniencia, pero no pudo hacerlo con entera satisfacción debido a envidias y dejadez de los mandos del Arsenal, el propio Churruca se lamentaba de esto a un amigo: "... va a quedar no solamente muy lejos de tal estado [de bien preparado], sino peor que algunos otros de la escuadra, pues la real orden ha hecho que sea yo la 'bete noire' para los que mandan el arsenal y la baliza".

En medio de estas múltiples faenas de su carrera, un día pensó en su propia felicidad, buscando una digna compañera. Casó con Doña María de los Dolores Ruiz de Apodaca, hija de don Vicente, brigadier que fue de la Armada y sobrina carnal del capitán general conde del Venadito.
Contados estaban los días del sabio español y esposo.
Amaneció el infausto día veintiuno de octubre, mando clavar la bandera y sólo se arrió, cuando la muerte más sublime vino a coronar esa vida, honra de España y honra de la humanidad.

Maldito Blas de Lezo

Don Blas de Lezo y Olavarrieta. El héroe más grande olvidado.


Si visitamos la ciudad de Londres podremos ver una famosa zona de la misma llamada Portobelo, o admirar la tumba que rinde homenaje a la figura de Edward Vernon en la Abadía de Westminster, sin embargo la realidad arroja para ellos una dudosa gloria debido a las acciones de un marino español, que vergonzosamente y en paralelo ha sido olvidado tras su participación en una de las batallas más desiguales y cruentas de la Historia.
Figura 1 – Blas de Lezo y Olavarrieta

Blas de Lezo y Olavarrieta nace en Pasajes (Guipúzcoa, España) el 3 de febrero de 1689. El cuarto de diez hermanos, pertenece a una familia de nobleza baja con ilustres marinos entre sus antepasados y en un pueblo prácticamente dedicado en exclusiva a la mar. Por ello no debe extrañar que con apenas doce años, en 1701, se enrole como guardiamarina al servicio del conde de Toulouse, Alejandro de Borbón hijo de Luis XIV. Se integra en la armada francesa porque la española era apenas inexistente, la situación era calamitosa y lamentable, fiel reflejo del descalabro económico y la decadencia de los Austrias. Tres años más tarde estallará la Guerra de Sucesión en España, al no dejar Carlos II descendencia alguna, enfrentando a Felipe de Anjou por parte francesa y al archiduque Carlos de Austria apoyado por Inglaterra, ya que esta última temía el poderío que alcanzarían los borbones en el continente. Fue frente a Vélez-Málaga, el 24 de agosto de 1704, cuando se produce la batalla naval más importante del conflicto. En dicho combate se enfrentaron 96 naves de guerra francoespañolas (51 navíos de línea, 6 fragatas, 12 galeras, 8 brulotes y otras 19 naves variadas) y 68 navíos de línea angloholandeses, sufriendo 1500 y 2700 bajas respectivamente.
Blas de Lezo participó en aquella batalla a bordo del Foudroyant (104)* batiéndose de manera ejemplar hasta que una bala de cañón le destrozó la pierna izquierda, teniéndosela que amputar por debajo de la rodilla. Debido al valor demostrado en aquel trance y en el propio combate, es ascendido en 1704 a Alférez de Bajel de Alto Bordo por Luis XIV y se le ofrece ser asistente de cámara de la corte de Felipe V. Evidentemente necesitó una larga recuperación y rechazó estar en la corte, pues ambicionaba conocer la artes marineras y convertirse en un gran comandante. En 1705 vuelve a bordo y aprovisiona la asediada Peñíscola. Después de esto hostiga el comercio de Génova teniéndose que enfrentar al británico Resolution (70), que se rinde ante el marino vasco. Continúa patrullando el Mediterráneo apresando numerosos barcos ingleses realizando valientes maniobras con un arrojo impropio, tanto es así que se le premia permitiendo llevar sus presas a Pasajes, su pueblo natal. Pero enseguida es requerido por sus superiores y en 1706 se le ordena abastecer a los sitiadores de Barcelona al mando de una pequeña flotilla Sirviéndose de su aguda inteligencia realiza su cometido brillantemente, escapa una y otra vez del cerco que establecen los ingleses para evitar el aprovisionamiento. Para ello deja flotando y ardiendo paja húmeda con el fin crear un densa nube de humo que los protegiera, pero además carga “sus cañones con unos casquetes de armazón delgada con material incendiario dentro, que, al ser disparados prendía fuego a los buques británicos” 1. Los británicos se ven impotentes ante tal despliegue de ingenio. Posteriormente se le destaca a la fortaleza de Santa Catalina de Tolón donde toma contacto con la defensa desde tierra firme en combate contra los saboyanos. En está acción y tras el impacto de un cañonazo en la fortificación, una esquirla se le aloja en su ojo izquierdo, perdiendo para siempre la vista del mismo.
Figura 2 – Combate contra el Stanhope.
Tras una breve convalecencia es destinado al puerto de Rochefort donde es ascendido a Teniente de Guardacostas en 1707. Allí realizará otra gran gesta rindiendo en 1710, a bordo de la fragata Valeur, una decena de barcos enemigos, el menor de 20 piezas, y sometiendo en un impresionante combate al Stanhope (70) comandado por John Combs que le triplicaba en fuerzas. Se mantuvo un cañoneo mutuo hasta que las maniobras de Lezo dejaron al barco enemigo a distancia de abordaje, momento en el que ordenó lanzaran los garfios para llevarlo a cabo: “Cuando los ingleses vieron aquello entraron en pánico” 2. Al abordaje los españoles casi siempre superaban a sus rivales por tanto está versión no debió diferir demasiado con la realidad pues sino no se explica que saliera victorioso cuando la tripulación de Lezo era notablemente menor que la de Combs. Sea como fuere Blas de Lezo se cubre de gloria en tan fenomenal enfrentamiento, en el que incluso es herido, y es ascendido a Capitán de Fragata.
Figura 3 – Jorrando al capturado Stanhope.
En 1712 pasa a servir a la incipiente Armada española en la flota de Andrés del Pez ya que no tenía sentido seguir en la francesa al distanciarse los monarcas español y francés. Este afamado almirante quedo maravillado ante la valía de Lezo y emitió varios escritos que le valieron su ascenso a Capitán de Navío un año mas tarde. Posteriormente participa en el asedio a Barcelona al mando del Campanella (70), en el que el 11 de septiembre de 1714 se acerca con demasiado ímpetu a sus defensas y recibe un balazo de mosquete en el antebrazo derecho, quedando la extremidad sin apenas movilidad hasta el fin de sus días. De esta manera con sólo 25 años tenemos al joven Blas de Lezo tuerto, manco y cojo.
En 1715 al mando de Nuestra Señora de Begoña (54) y ya repuesto de sus heridas se dirige en una extensa flota a reconquistar Mallorca, que se rinde sin un solo fogonazo. Un año después parte hacia La Habana escoltando una flota de galeones en el Lanfranco (60), barco que será retirado de servicio debido a su calamitoso estado a su regreso a Cadiz. Allí se queda hasta 1720 cuando se le asigna un nuevo navío bautizado también como Lanfranco (62) pero además conocido como León Franco y Nuestra señora del Pilar y se le integra dentro de una escuadra hispano francesa al mando de Bartolomé de Urdizu con el cometido de limpiar de corsarios y piratas los llamados Mares del Sur o lo que es lo mismo las costas de Perú. La escuadra estaba compuesta por parte española de cuatro buques de guerra, una fragata y por parte francesa por dos navíos de línea franceses.
Sus primeras operaciones fueron contra los dos barcos, el Success (70) y el Speed Well (70) del corsario inglés John Clipperton, que logró evitarles y tras hacer algunas capturas huyó a Asia donde fue capturado y ejecutado. A pesar de ello cuando la escuadra se separó el mando recayó sobre Lezo que fue ascendido a General de la Armada el 16 de febrero de 1723. En esos momentos también tiene tiempo para otras conquistas y el 5 de mayo de 1725 toma la mano de Doña Josefa Pacheco de Bustos, que un año más tarde le daría un hijo, también llamado Blas. El primer cometido que tuvo como jefe de la escuadra del sur fue hacerla perfectamente operativa, para ello necesitaba tres o cuatro navíos de guerra pero pocos fueron los medios con los que contó, teniendo incluso que desguazar la fragata, de nombre Peregrina (36), por el lamentable estado en el que se encontraba. Afortunadamente se construyeron dos nuevos barcos por parte de los comerciantes peruanos en pago por lo que adeudaban a la corona. Con su pequeña escuadra de tres navíos se lanza a patrullar el Pacífico y pronto se encontraran con cinco navíos holandeses mejor artillados, Lezo ordena enfilar la proa hacia el enemigo para abordarlo pero este reacciona organizadamente y frustra su intento, a lo que el marino español responde ágilmente ordenando concentrar el fuego contra la mayor embarcación enemiga, el Vlissingen (58). Tal fue el castigo que lo desarbolan y arrían su pabellón poniendo en fuga al resto. En otra salida posterior se lanzaría sobre seis navíos de guerra ingleses rindiendo a todos ellos uniendo tres a su escuadra. Así Lezo consiguió formar una armada más que suficiente para proteger las costas peruanas, pero el nuevo Virrey que había tomado posesión de su cargo hacía dos años, la desguazo e intentó colocar en puestos de la armada a amigos y familiares lo que provocó el enfrentamiento con Lezo. En todo ese tiempo los impagos al general se agravaron por el bloqueo del propio Virrey. La situación se volvió insostenible, llegando a pedir el retiro, pero el 18 de agosto de 1730 regresa a Cádiz como jefe de la Escuadra del Mediterráneo y pagándosele lo debido, tras la intercesión de Patiño, el ministro de la Marina, sabedor de la necesidad de gente así en la Armada.
El día 28 de noviembre de 1731, se distinguen y reconocen los servicios del almirante al Rey, señalándose como distintivo para la nave capitana de Blas de Lezo, la Real Familia (60), el escudo de armas de Felipe V, quedando la bandera morada con el escudo de España, las ordenes del Espíritu Santo y el Toison de Oro alrededor y cuatro anclas en sus extremos.
Figura 4 – Estandarte del Teniente General de la Armada don Blas de Lezo.
El 22 de diciembre del mismo año se le vuelve a reconocer encomendándole el traslado del infante Don Carlos a sus posesiones italianas. Pero antes de terminar el año vuelve a recibir órdenes, debe recuperar dos millones de pesos que el Banco San Jorge de Génova retenía a la corona española. Al mando de seis buques entra en el puerto genovés y se sitúa enfrente del palacio de los Doria portando la bandera real en señal de hostilidades. Demanda lo adeudado y da un plazo de 24 horas para su entrega amenazando cañonear la ciudad, que finalmente entrega los dos millones, pero además es obligada por Lezo a rendir honores a bandera española antes de partir de nuevo a la península.
Blas vuelve al combate a bordo del Santiago (60), acompañado de una fuerza militar compuesta por once barcos de guerra, siete galeras y numerosas embarcaciones de transportes, con 30.000 hombres y 168 piezas artilleras. Esta fuerza al mando de conde de Montemar reconquista el 2 de julio de 1732 la plaza de Orán. Su jefe, el pirata Bey Hacen escapó y se alió con el Bey de Argel disponiendo pronto un ataque contra la ciudad. De esta manera Lezo volvió en Febrero de 1733 para socorrerla con el Princesa (70) y Real Familia (60) y otros cinco navíos de guerra para auxiliar Oran. Las nueve galeras que bloqueaban su puerto huyeron en desbandada pero Lezo persiguió a la nave Capitana (60) de Bey de Argel hasta la ensenada de Mostagán defendida por dos fuertes y 4000 enemigos. Lejos de detenerse, Lezo entró en ella impetuoso como siempre, arrasando las dos fortificaciones con gran pericia de los artilleros y asaltando la nave capitana ante el terror de los musulmanes.

Blas de Lezo, habiendo realizado todo tipo de hazañas y con aureola de tremendo lobo de mar, parte de Cádiz el 3 de febrero de 1737, dirigiendo lo que sería la última carrera de indias del imperio con una flotilla de galeones además del Fuerte (60) y el Conquistador (64), hacia Cartagena de Indias, ya que se le ha encomendado su defensa como Comandante General de la ciudad. Esta plaza se había convertido en un punto de una importancia geoestratégica capital, por allí pasaban las mercancías provenientes de la península y las posesiones españolas América del sur. Su pérdida colapsaría el Imperio, los gobernantes españoles sabedores de ello y ante el inevitable enfrentamiento con Inglaterra destinaron a Blas de Lezo para defender la ciudad.
Cartagena de Indias era llamada “la llave del Imperio” y a tal efecto contaba con las mejores y más extensas fortificaciones de todos los virreinatos. No es de extrañar pues anteriormente ya había sufrido los ataques de afamados piratas. En 1542 el francés Robert Baal la toma con 450 hombres, habiendo transcurrido sólo diez años de su fundación. Otro francés, Martin Cote, también logró tomarla en 1559. Resistió la ciudad en 1568 cuando el inglés Sir John Hawkins, traficante de esclavos, la sitió durante 8 días tras su fallido intento de engaño alegando querer comerciar con la ciudad. Su compatriota Francis Drake, logró conquistar la ciudad en 1586 y durante cien días entre febrero y abril del mismo año se instaló en la gobernación causando numerosos incendios, destrucción y saqueos por doquier, inclusive en la Catedral. Abandonó la ciudad tras recibir un cuantioso rescate. Como puede observarse la ciudad era bastante vulnerable y es que la ciudad no estaba fortificada. A petición del rey, el ingeniero militar Bautista Antonelli, comienza la fortificación de Cartagena quien planeó y construyó los primeros baluartes del sistema amurallado que, dos siglos más tarde, convertiría a la ciudad en una fortaleza inexpugnable. Sus muros se construyeron inicialmente de madera y fajina siguiendo sus trazados. Se avanzó la construcción de las murallas y baluartes hasta que el núcleo central de la ciudad quedó bien protegido.
Además se construyeron diversos fuertes (Manzanillo, Cruz Grande y Pastelillo) protegiendo el acceso a la bahía interior desde la exterior. Tras varios naufragios aumentó la dificultad de acceso desde el océano a la bahía exterior por el canal de Bocagrande, ganando protagonismo el de Bocachica, donde se construyó el fuerte de San Luis que sería acompañado más tarde por tres baterías al Este y por el fuerte de San José en la orilla Oeste. Se buscaba impedir el acceso y trasiego de naves enemigas en la bahía que permitiría el apoyo de cualquier ataque terrestre. Pero también se incrementaba la potencia de los cañones y se hacía imperativo diseñar fortalezas cada vez más poderosas. Así nació el más imponente castillo que construyeron los españoles en Cartagena, San Felipe de Barajas. Estaba situado en el cerro de San Lázaro, protegiendo la ciudad de cualquier ataque terrestre o desde la bahía. En 1657 quedó terminado el primer núcleo del castillo en la cima del cerro, el modesto bastión que Blas de Lezo conocerá y que no tiene nada que ver con las dimensiones colosales que llegaría a adquirir abrazando a todo el cerro de San Lazaro, como se conserva actualmente. No obstante en 1685 el británico Henry Morgan atacará la ciudad y doce años más tarde, en 1697, lo hará exitosamente el barón de Pointis recibiendo órdenes del rey francés. Este último llegaría a decir que “en la costa de Cartagena el mar es un señor invencible”. Efectivamente el ataque directo a la ciudad desde Norte por el océano era imposible debido a la poca profundidad del mismo y los botes serían presa fácil de los baluartes de la ciudad. En un análisis muy posterior (1762) Antonio de Arévalo estableció tres avenidas de posibles ataques terrestres a la ciudad: por el Oeste Bocagrande, por Este la Boquilla y por el Sur la Popa. Lo intentó Pointis en 1697 por las playas de Bocagrande, pero le fue imposible desplegar eficazmente las piezas artilleras, ni asentar a la tropa, ni cavar trincheras, ni minar las defensas pues el nivel freático afloraba enseguida. Por lo tanto sólo había dos rutas de ataque factibles: por el Sur y por el Este.
Figura 5 – Castillo de San Felipe de Barajas en la actualidad.
A pesar de las magníficas fortificaciones Blas de Lezo encontró las defensas de la ciudad en un estado calamitoso. Contaba “con poca y mala artillería, casi sin municiones y una existencia de pólvora que apenas llegaba a 3300 libras” 3. Desde su llegada su único propósito fue el abastecimiento de la plaza y la fortificación de la bahía. Para ello ordenó cegar completamente el canal de Bocagrande creando una escollera, de esta forma se aseguró que cualquier ataque por mar tuviera que pasar por los fuertes de Bocachica. Reforzó las guarniciones de estas fortificaciones, tendió entre las mismas dos cadenas para impedir el acceso a la bahía y colocó sus barcos para apoyarlos.
Figura 6 – Plano de Cartagena de Indias en estado de defensa.
En 1739 Inglaterra declara la guerra España, la llamada guerra de la oreja de Jenkins debido a que Julio León Fandiño, capitán de un guardacostas español, interceptó el Rebbeca del contrabandista Robert Jenkins perdonándole la vida pero a cambio le hizo cortar a éste una oreja, después de lo cual le liberó con este insolente mensaje: “Ve y dile a tu Rey que lo mismo le haré si a lo mismo se atreve”. El escándalo en Inglaterra fue mayúsculo y fue el pretexto perfecto para declarar una guerra, que en realidad estaba motivada por la avaricia de los comerciantes ingleses. Por ello planean desmembrar el imperio español que tanto ambicionaban y en ese plan Cartagena de Indias figuraba como la llave para sus propósitos. Para ello se prepara una gran escuadra al mando de Edward Vernon cuya rivalidad con Blas de Lezo era evidente, el almirante inglés “lo señaló en sus cartas como adversario epónimo porque era un símbolo de la resistencia hispana a la ambición inglesa” 4. Ello queda reflejado en las cartas que intercambian ambos almirantes tras la rendición sin lucha alguna de Portobelo a los ingleses: “Hubiera estado yo en Portobelo, no hubiera Usted insultado impunemente las plazas del Rey mi Señor, porque el ánimo que faltó a los de Portobelo me hubiera sobrado para contener su cobardía” 5.
Desde hacía tiempo España conocía las intenciones exactas de Inglaterra y el plan de Vernon, un espía español en Jamaica apodado el Paisano dio tantos detalles que incluso el Virrey Eslava no dio crédito suficiente a la información: se estaba preparando un enorme flota para lanzarla contra Cartagena de Indias y se informaba además de los planes de ataque sobre la plaza. Por entonces la red de espías española superaba a la inglesa, como ejemplo baste mencionar que desconocían la situación de las defensas cartageneras teniendo sólo la información del ataque de Pointis en 1697, de hacía 40 años.
Con el objetivo de amedrentar y sobretodo recabar información directa, el 13 de marzo de 1740 Vernon se presentó ante de la ciudad con ocho navíos mayores, dos brulotes, dos bombardas y un paquebote, que tras bloquear cualquier comunicación con el exterior comenzaron a bombardear las posiciones de Bocachica. Pero Lezo había desmontado algunos cañones de 18 libras de sus navíos que tenían mayor alcance que los de los fuertes. En el momento oportuno dichos cañones dispararon desde la selva sorprendiendo a los barcos de Vernon, que rodeados en un fuego cruzado se vieron obligados a retirarse a Jamaica. Aunque el almirante inglés regresó el 3 de mayo siguiente con trece buques y una bombarda, sólo tuvieron tiempo para reconocer la zona y huir tras verse velozmente envueltos por los navíos de Lezo.

El 13 de marzo de 1741 se avistan desde la ciudad algunas velas enemigas, exactamente un año después del primer ataque. El mismo día una balandra francesa, enviada por el general Leogan, informa que a la altura de la Española se han contado 130 velas que por su derrota parecen dirigirse a Cartagena. Cuando finalmente arribaron todas fuerzas enemigas dos días después, la visión debió ser estremecedora con un muro inacabable de velas. Para desgracia de los defensores la información recibida por la balandra francesa estaba equivocada. Las fuerzas que Vernon presentó dejaban a las claras que esta vez no se trataba de una escaramuza. Los datos varían según las fuentes pero la escuadra británica debió componerse de 180 embarcaciones, 23600 combatientes y unas 3000 piezas artilladas desglosados así:
  • 8 navíos de tres puentes y de 80 a 90 cañones.
  • 28 navíos de dos puentes y de 50 a 70 cañones.
  • 12 fragatas de 40 cañones.
  • 2 bombardas.
  • 130 barcos de transporte.
  • 6237 soldados ingleses.
  • 2763 soldados norteamericanos.
  • 1000 macheteros jamaicanos.
  • 12600 marineros.
  • 2620 cañones navales.
  • 1380 cañones de tierra.
En cambio Lezo contaba tan sólo con 6 navíos, 2830 hombres y 990 piezas artilladas desglosados así:
  • 6 navíos de línea: Galicia (70) que era la nave capitana, el San Felipe (64), el San Carlos (70), el África (70) el Dragón (64) y el Conquistador (64).
  • 2230 soldados españoles: Regimientos de Infantería de Aragón, Toledo, Lisboa, Navarra, el Fijo de la Plaza y milicianos de la ciudad.
  • 600 indios flecheros del interior de la provincia.
  • 900 marineros.
  • 80 artilleros.
  • 360 cañones navales.
  • 320 cañones de los fuertes.
  • 310 cañones del recinto amurallado de la ciudad.
En realidad las tropas de Lezo debieron haber sumado unos 6000 hombres, pero por causa de la fiebre amarilla las tropas provenientes de la península fueron drásticamente diezmadas antes de estos acontecimientos. Además de estas tropas el destino reunió para la defensa de la ciudad a brillantes militares españoles como el propio Virrey Sebastián de Eslava como mando supremo, el comandante del Apostadero Blas de Lezo encargado de la defensa, el intendente del rey y gobernador de la provincia de Cartagena Melchor de Navarrete coordinando, administrando y llevando la contabilidad de los suministros y todo lo acaecido en la defensa, el coronel Carlos Desnaux como castellano de San Luis de Bocachica y San Felipe de Barajas, y el capitán Lorenzo de Alderete defendiendo las baterías de tierra bomba. Todos ellos en sus distintos cometidos, tendrán una actuación decisiva en lo que iba a acontecer.
Vernon amaga, ronda y distrae la atención por las costas, comprobando que es inaccesible la ciudad desde su frente marítimo tras intentar bombardear la ciudad con 17 navíos y las dos bombardas dirigiéndose entonces a Bocachica.
El 17 de marzo comienza el cañoneo contra los fuertes y baterías de aquella entrada a la bahía. Esta acción se producía a todas horas con una media de 62 disparos cada hora, atacando permanentemente ocho barcos que se renovaban de cuatro en cuatro. Pero el comandante vasco se había preparado para minimizar los daños en su tropa y sacar el máximo provecho a los pocos recursos con los que contaba. Colocó los navíos en la entrada de la bahía para apoyar el fuego de las fortificaciones, mientras que en estas dispuso la utilización de “rampas bajo los cañones para poder alargar los tiros y disminuir el tiempo de los mismos” 6. Además ante la aplastante superioridad numérica escogió muy inteligentemente el objetivo de la artillería, busco desarbolar los barcos enemigos algo que los inutilizaría para el resto de la campaña y con ese fin ordenó la fabricación de balas encadenadas y palanquetas que se llevaban consigo todo el aparejo. Los barcos de Vernon se vieron sorprendidos con disparos imposibles que destrozaban sus velámenes dejándoles a merced del enemigo. Sólo en la batalla del día veinte los cañonazos españoles dejaron cinco navíos de guerra fuera de combate entre ellos dos de tres puentes. Paralelamente y con el fin de minimizar sus bajas, Lezo ordenó que los merlones (la parte más débil de una muralla entre los cuales se abren las troneras de los cañones) que eran de piedra y ladrillo fueran reconstruidos con costales repletos de tierra apilados unos sobre otros. De esta manera al impactar una bala de cañón no saltaban esas esquirlas que causaban estragos entre los defensores y absorbía el golpe del impacto. Así transcurrieron los días en los que las tropas españolas apenas descansaban pero aguantaban el envite permanente de los navíos británicos.
Figura 7 – Combate en Bocachica.
Mientras tanto los atacantes habían desembarcado en la Boquilla (al Oeste de la ciudad) distrayendo la atención del Virrey Eslava. Sin embargo los británicos tomaron buena nota de las defensas antes del primer ataque a Cartagena, como se refleja en la carta del 7 de Marzo de 1740 de dirigida a Vernon por sus oficiales, y en la que indicaban que las baterías de Tierra Bomba (al Este de Bocachica) se podrían silenciar fácilmente permitiendo desembarcar en ella. Y así ocurrió, tras anular las tres baterías situadas al Este del fuerte de San Luis, no sin sufrir graves daños en los navíos Norfolk (80), Russell (80) y Shrewbury (80), las fuerzas inglesas desembarcan tropas y artillería. Lezo bramaba contra el Virrey pues anteriormente le había impedido reforzar aquellas posiciones y ahora el cerrojo de la bahía estaba a punto de saltar. A pesar de estar situado bajo la protección visual de la maleza, increíblemente los ingleses asentaron su campamento bajo el alcance de las murallas de San Luis y situaron sus primeras piezas del lado contrario al campamento, de manera que cuando abrieron fuego el campamento recibió la respuesta del fuerte como refleja un ayudante de cirujano británico: “Este tipo de conducta de elegir un campamento bajo el fuego de las murallas enemigas, que creo que nunca antes había sucedido fue llevada a cabo, creo yo, con el fin de acostumbrar a los soldados al fuego” 7. Por su parte Blas pidió numerosas veces realizar salidas para impedir que el enemigo asentase su posiciones y construyera una batería de artillería, a lo que Eslava siempre se negó, sólo permitiéndolo cuando se tuvieron informaciones inequívocas de lo que hacían los británicos. Desgraciadamente para los defensores ya era tarde y fueron repelidos por un rival bien asentado. Cuando el día 2 de abril los ingleses despejaron la maleza dejaron ver la batería recién construida con 20 cañones de 24 libras y 40 morteros que inmediatamente abrieron fuego. Tras 19 días de bombardeo continuo, el 5 de abril de 1741 las tropas inglesas lanzaron con éxito un asalto combinado por tierra y mar contra el fuerte de San Luis de Bocachica, que presentaba tal brecha que incluso se podía entrar a la carga por ella. Durante dicho combate los ya maltrechos San Carlos (70), África (70) y San Felipe (64) cogieron fuego y se hundieron, mientras que las tropas españolas se retiraron desordenadamente en embarcaciones hacia la ciudad cuando los ingleses ordenaron pasar a cuchillo a toda la guarnición. Entretanto Lezo ordenaba barrenar la ingobernable el Galicia (70) para cegar el paso de Bocachica, desgraciadamente el barco no cogió fuego rápidamente y cayó en manos inglesas. Se rompía así la primera línea de defensa que el propio Blas consideraba clave y quería mantener inexpugnable a toda costa. Aunque los atacantes sufrieron 1500 muertos durante el asedio de la fortificación, la situación se ponía muy de cara para ellos.
Tras la toma de Bocachica, Vernon manda la fragata Spence con dos oficiales capturados y el estandarte del buque insignia de Lezo, el Galicia (70), a Jamaica y Londres informando de la inminente toma de la plaza. Cuando la noticia llegó a la capital británica “se dispararon salvas desde la Torre de Londres, las campanas de las iglesias se echaron a volar y la victoria fue celebrada con iluminación general y fuegos artificiales” 8. Incluso el Parlamento mandó acuñar monedas conmemorativas, algunas se representaba a Lezo arrodillado (con ambos ojos, brazos y piernas sanos) entregando su espada al almirante inglés, y en las que rezaba la siguiente inscripción “el orgullo español humillado por Vernon”.
Figura 8 – Moneda conmemorativa de la “victoria inglesa” en Cartagena de Indias
La terrible situación para los defensores hace que el Virrey Eslava ordene entonces el abandono del fuerte de Cruz Grande considerando la imposibilidad de su defensa y el hundimiento de los intactos Dragón (64) y Conquistador (64) para cerrar el acceso a la bahía interior. Estas decisiones se realizaron muy a disgusto de don Blas: “y con justa razón me opuse a que se abandonase el Castillo y se echasen a pique los navíos, pero he reconocido que muchos meses a esta parte ha despreciado este caballero cuanto he dicho” 9. Ante la cercanía del enemigo el Conquistador (64) no es barrenado correctamente siendo capturado por los ingleses y para mayor desgracia la medida no impidió el trasiego de los barcos británicos a la bahía interior. A tal punto llegaron las desavenencias entre los dos defensores, que Lezo pidió le relevaran de su cargo, Eslava no dudó en tomarle la palabra. Sin embargo siguió combatiendo para impedir el desembarco de tropas de en las inmediaciones del cerro de La Popa. Este accidente geográfico suponía una amenaza para el castillo de San Felipe de Barajas que defendía el acceso a la ciudad. Por ello los ingleses se lanzaron contra La Popa que, sin las convenientes defensas que proponía Lezo, cayó en sus manos el día 17 de abril.
Sólo quedaba someter el castillo de San Felipe de Barajas y Cartagena estaría a merced del fuego de este. Para ello ya habían tomado el cerro de La Popa desde donde cañonearían la fortificación mientras se lanzaba un asalto de infantería. La suerte del castillo y de Cartagena de Indias estaba prácticamente sellada. Ambos bandos preparaban el combate final, en el lado ingles se subió la artillería a La Popa mientras que se desembarcaban tantos hombres y pertrechos que hablaban de una ofensiva a gran escala; en el lado español ante la crítica situación el Virrey Eslava repone en el mando a Lezo que ordena desbrozar las inmediaciones para no dar cobertura al enemigo y cavar un foso alrededor del fuerte que conectara con una trinchera zigzageante situada a lo largo de la ladera del lado Sur. También envió dos supuestos desertores a los ingleses para tenderles una trampa y ordenó que trajesen al castillo la reserva de marinos dejando indefensa la ciudad, retiró a los civiles a la misma y voló el puente de acceso a ella. El comandante español dispuso en la trinchera 650 soldados y dentro del castillo 300, más la reserva de 200 marinos. Los ingleses asaltarían simultáneamente la fortaleza por los cuatro costados. Se avanzaría por el Sur aunque el grueso de la tropa se centraría en el lado Este, el más empinado pero con deficiencias en la fortificación según la información errónea de los dos supuesto desertores. Del lado Oeste se encargarían los colonos norteamericanos mientras que en el norte se haría una maniobra de distracción Vernon no quiso dar apoyo naval al asalto, puesto que debía internarse en un estrecho canal en el que la superioridad del San Felipe de Barajas era evidente. Sin embargo también exigió rendir el fuerte del Manzanillo, el del Pastelillo y a una compañía que quedó aislada en una playa ante su avance.
Figura 9 – Movimientos ingleses en la campaña.
En la madrugada del 20 de abril de 1741 comienza el asalto final al castillo de San Felipe de Barajas. Las tropas inglesas que avanzan por el Este son engañadas y se ven de repente bajo el fuego del castillo sin tener otra opción que intentar finalmente el asalto, pero cuando llegan a la muralla las escalas se quedan cortas dos metros, los mismos que tenía el foso ideado por el comandante español. Al Oeste las tropas norteamericanas tienen el mismo problema, produciéndose en ambos frentes una verdadera carnicería entre los atacantes incapaces de escalar las murallas: “…rechazados al fusil por mas de una hora y después de salido el Sol en un fuego continuo y biendo los enemigos la ninguna esperanza de su intento (…) se pusieron en bergonzosa fuga al berse fatigados de los Nuestros los que cansados de escopetearles se abanzaron a bayoneta calada siguiendolos hasta quasi su campo…” 10.
Entre tanto los fuertes del Manzanillo y el Pastelillo resistían firmemente. Blas de Lezo ha conseguido que el lado Sur, defendido por la trinchera y la propia fortificación, no sea la que cuente con mayores efectivos enemigos y sin embargo sea la única opción efectiva de ataque contra el verdadero objetivo que otorgaría la victoria. La artillería británica de La Popa se ve obligada a repartir el fuego contra las posiciones atrincheradas, impidiendo así el ablandamiento del castillo. El propio diseño de la trinchera permitía cubrir varios flancos a la vez y no ser desbordada a la primera carga, mientras que su localización otorgaba una posición favorable en la ladera con el enemigo subiéndola y protegida por el fuerte, además la cobertura que la tierra ofrecía permitía protegerse de forma efectiva del cañoneo inglés. Las tropas británicas del lado Sur avanzan hacia el castillo sin saber que al mismo tiempo en los otros frentes sus compatriotas están siendo masacrados bajo un fuego espantoso, y ahora el destino de la contienda esta sobre ellos. El fuego de fusilería es intensísimo y los soldados ingleses no consiguen progresar con facilidad, pasan las horas y las fuerzas de ambos bandos se van concentrando en el mismo flanco, sin embargo los ingleses están sufriendo una gran desgaste subiendo la ladera bajo el sol tropical y el fuego español. Los ingleses envían 400 hombres más de refuerzo pero el combate sigue igual de trabado, hasta que al medio día los españoles dan toque de oración y detienen su fuego algo que será respetado por los atacantes mientras se hace un silencio sepulcral en el campo de batalla. Se reanuda la contienda y poco después de la pausa los británicos dan el toque de asalto comenzando el combate a bayoneta calada. Las artillerías dejan de abrir fuego contra la infantería excepto cuando se producen repliegues españoles que son superados en una proporción de cuatro a uno, a pesar del envío al combate de la reserva de 200 marinos. La línea de combate llegó a los pies de la fortaleza, varios puntos de la trinchera han sido rebasados, el combate es encarnizado, y los soldados españoles están empezando a mostrar signos de debilidad. Blas de Lezo se da cuenta que es el momento decisivo de la batalla, es un todo o nada, y da la orden de que sus 300 marinos, que servían los cañones del castillo y eran su única guarnición, salgan a la carga. Los fatigados ingleses se vieron desbordados en un momento crítico de la batalla ante la frescura e ímpetu de aquellos hombres, siendo expulsados de aquella posición y perseguidos por la tropa española comenzaron una retirada cuesta abajo. Ante estos acontecimientos los asaltantes que ascendían la ladera también se vieron desbordados psicológicamente y la huida se contagió entre las fuerzas inglesas, produciendo una estampida desordenada que los dejó a merced de los españoles y provocó la masacre de los ingleses. Estos fueron perseguidos por los defensores hasta La Popa donde capturaron las piezas de artillería que allí había. El asalto final había terminado, se había firmado otro glorioso capítulo para las armas españolas.
La tenaz defensa que planteó Lezo en todo el sitio de Cartagena buscaba desgastar al enemigo lo más posible para llegar a un combate final con posibilidades reales, algo que ya de por si suponía un éxito frente al número tan abrumador del enemigo. Al igual que las tropas peninsulares fueron diezmadas por las enfermedades tropicales a su llegada a Cartagena de Indias, todo el tiempo que duró la aparentemente absurda resistencia planteada por Lezo promovió la aparición de enfermedades en el enemigo. Las defensas de Cartagena fueron concebidas con este fin: “Se trataba, por lo tanto, de repeler el ataque de tropas noreuropeas, poco acostumbradas a los climas tropicales y deficientemente inmunizadas contra las enfermedades de estas latitudes. El agresor tenia necesariamente que lograr sus objetivos rápidamente, antes que el calor, la humedad, el paludismo y la fiebre amarilla se convirtiesen en invencibles aliados de los sitiados. En Cartagena se estimaba un plazo de seis a ocho semanas para que las huestes tropicales llegasen invisibles a defender la plaza” 11. Los ingleses se vieron obligados a mantenerse demasiado tiempo en el mar, algo que unido a la falta de costumbre de aquellos hombres a las enfermedades tropicales, provocaron el surgimiento de epidemias entre sus tropas. Este proceso fue acelerado por la ambición de Edward Vernon quien, tras tomar Bocachica, decidió no enterrar a los muertos (suyos y ajenos) para lanzarse rápidamente contra la ciudad. Los soldados ingleses estaban padeciendo verdaderas calamidades por parte de la naturaleza y de su mando, ello explica que se desmoronaran de golpe y no pudieran asumir un nuevo asalto a San Felipe de Barajas. Además las desavenencias en la oficialidad británica, el egoísmo y crueldad de sus comandantes provocaron numerosas decisiones fatales y el desrrumbamiento físico y moral de su tropa. Blas de Lezo logró, no sin dificultades, resistir desde primera línea sin que se produjera el descalabro de sus tropas, obligando al enemigo a desgastarse excesivamente y llevándole a un asalto final en el que ya no podía ejercer su superioridad numérica, donde magistralmente encauzó el ataque al frente que dispuso, rechazándolo con brillantez.
El 26 de Abril, Vernon pone postreramente al buque Galicia (70) a disparar contra el fuerte de San Felipe de Barajas. Este barco había sido la nave capitana de Lezo, siendo capturada a los españoles en la toma de Bocachica cuando no cogió fuego a tiempo. El propósito de la misión suicida era humillar el honor español y vengarse. El combate terminó con el Galicia (70) desarbolado y en un calamitoso estado tras recibir el cañoneo simultaneo de las defensas de la ciudad, el fuerte de San Sebastián del Pastelillo y el propio San Felipe de Barajas. Finalmente fue incendiado, unas fuentes hablan que por los propios ingleses cerca del fuerte del Manzanillo y otras por los españoles después de acabar con sus tripulantes, poniendo en llamas el velero que llevado por el viento prendió en otras embarcaciones y material de guerra británico con grave destrucción y pérdidas. Sea como fuere se trata, como los continuos bombardeos sin objetivo alguno, de una muestra de la impotencia de Vernon ante la derrota.
El día 8 de mayo las fuerzas inglesas muestran claros signos de retirada y comienzan su marcha, hasta que el día 20 del mismo mes desaparecen todas las velas inglesas. Antes de su marcha continuaron sus bombardeos y en el momento de su partida Vernon se vio obligado a incendiar cinco buques por falta de tripulación y de regreso a Jamaica tuvo que hundir otro más. Cargados de hombres moribundos, sus barcos parecen hospitales. Más tarde volverá a rondar Cartagena, pero desistirá de cualquier ataque al ver las defensas reparadas y se dirigirá entonces a atacar sin éxito La Habana. Caerá en desgracia a su llegada a una Inglaterra humillada que celebró imprudentemente una victoria que todavía no se había producido. Los historiadores ingleses ocultaron vergonzosamente lo ocurrido en Cartagena de Indias por orden de Jorge II y que pago Nelson en Tenerife, al que sin embargo encumbraron quizás para tapar lo ocurrido en 1741 y los años posteriores, en ese supuesto “pudiésemos haber sido víctimas de una gigantesca campaña de publicidad pro Nelson mantenida hasta nuestros días” 12.
Las bajas inglesas en la campaña de Cartagena fueron tremendas, quedando la flota de guerra de su armada prácticamente desmantelada:
  • 3500 muertos en combate.
  • 2500 muertos por enfermedades.
  • 7500 heridos en combate.
  • 6 navíos de tres puentes.
  • 13 navíos de dos puentes.
  • 4 fragatas.
  • 27 transportes.
  • 1500 cañones capturados o destruidos por los españoles.
Del lado español los daños fueron también importantes, llegando casi al límite de lo que podía soportar la guarnición:
  • 800 soldados.
  • 1200 heridos.
  • 6 navíos de dos puentes.
  • 5 fuertes.
  • 3 baterías.
  • 395 cañones.
Cada barco y soldado español hizo frente y derrotó a 10 ingleses” 13. El resultado es tan increíble que el propio Lezo, pecando de humildad, atribuye la victoria “a las misericordias de Dios” 14. El caso es que las bajas fueron muy graves, “en términos relativos los atacantes habían perdido un 15% de su fuerza y los defensores un 20%, pero pese a esta relativa ventaja local el efecto era mucho peor para el visitante” 15.
Pero existen informaciones más dramáticas de los propios combatientes ingleses que hablan por si solas de la debacle y la tragedia que se cernió sobre ellos: “Por la cuenta honesta tuvimos 18000 hombres muertos, y según un soldado español que capturamos, ellos perdieron a lo sumo 200. El Almirante Una Pierna con su excelente mando y fuego mató a 9,000 de nuestros hombres, la fiebre general mató un número parecido. Cuando eché la última mirada al puerto de Cartagena, su superficie era gris con los cuerpos putrefactos de nuestros hombres, que murieron tan rápidamente que nosotros no podíamos enterrarlos. De los agricultores pobres y débiles de nuestras colonias norteamericanas murieron cuatro hombres de cada cinco” 16.
Tras la tempestad no vino la calma. Sebastián Eslava, Virrey de Nueva Granada, se guardó las desavenencias con el marino vasco y escribió varias veces al Rey pidiendo castigo para Lezo, cosa que al final logrará hundiéndole social y económicamente. El marino vasco intenta conservar el prestigió y la fama ganadas durante 40 años de su vida entregados al servicio de Su Majestad Felipe V, escribiendo a sus amigos de la península, remitiendo el diario de lo acontecido en Cartagena de Indias. Patiño, su gran valedor, intenta mediar ante el rey, pero este bastante trastornado y ya envenado por las informaciones de Eslava ignorará lo que alega Lezo. Pero este ya estaba enfermo, unas fuentes afirman que por las heridas sufridas y otras por las enfermedades transmitidas tras la matanza ocurrida semanas antes. El 7 de septiembre de 1741 muere en Cartagena de Indias sin recibir sepultura conocida por las penurias monetarias y sociales que padeció su mujer por culpa de aquellos rencores. Nadie se atrevía a mostrar su cercanía por miedo a las represalias. La situación fue tan cruel que incluso muerto fue destituido aunque posteriormente se rehabilitó su figura y se le concedió a título póstumo el marquesado de Ovieco. Así desapareció un almirante leal, valiente y tenaz, brusco pero humilde, pragmático a la par que ingenioso (quizás adelantado a su tiempo) y con perfecto dominio del factor psicológico, uno de los militares más brillantes que ha dado el país y me atrevería a decir que el mejor de su época, pero a la vez uno de los más olvidados por esta, en ocasiones, ingrata España que le negó su última voluntad, una placa al píe del castillo de San Felipe de Barajas que rezaría verazmente: “Ante estas murallas fueron humilladas Inglaterra y sus colonias” 17.
Figura 10 – Blas de Lezo y Olavarrieta


* Nota: Las cifras que aparecen entre paréntesis junto al nombre de cada una de las embarcaciones indican el número de piezas de artillería que podían disponer las mismas.

Citas:
1 Victoria, P. (2005). El día que España derrotó a Inglaterra. Altera. Pág. 121.
2 Idem. Pág. 122.
3 Picatoste, V. (1898). “El general pierna de palo”. La Ultima Moda: Glorias de España (núm. 14). Pág. 24.
4 Segovia Salas, R. (2003). Las fortificaciones de Cartagena de Indias: estrategia e historia. Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República. <http://www.lablaa.org/blaavirtual/historia/fortificaciones/fortif2.htm>
5 Carta de don Blas de Lezo al vicealmirante Edward Vernon en respuesta a la que este ultimo le envió tras la toma de Portobello. Archivo General de Indias, Sevilla, Audiencia de Santa Fe Cartagena, correspondencia de Blas de Lezo, años 1738-1741, estante 119, cajón 2, legajo 11.
6 Victoria, P. (2005). El día que España derrotó a Inglaterra. Altera. Pag. 179.
7 Smollett, T. (1995). Roderick Ramdom. Penguien Classics. Pág. 143 a 199.
8 Torres, A.E. (1955). Homenaje a don Blas de Lezo. El último biógrafo del almirante Edward Vernon. Una versión inglesa de su asalto a Cartagena de Indias. Casanalpe. Pág. 28.
9 Lezo, Blas de. (1741) Diario de lo acaecido en Cartagena de Indias desde el día13 de marzo de 1741 hasta el 20 de mayo del mismo año, que remite a Su Majestad don Blas de Lezo. Museo Naval de Madrid.
10 Segovia Salas, R. (2003). Las fortificaciones de Cartagena de Indias: estrategia e historia. Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República. <http://www.lablaa.org/blaavirtual/historia/fortificaciones/fortif3.htm>
12 Mangado, P. (2003). “Blas de Lezo y Edward Vernon: la invencible inglesa frente a Cartegena de Indias”. El Astillero (núm. 5, págs. 31-38). Pág. 36.
13 Quintero Saravia, G.M. (2002). Don Blas de Lezo: defensor de Cartagena de Indias. Planeta Colombiana. Pág. 273.
14 Lezo, Blas de. (1741) Diario de lo acaecido en Cartagena de Indias desde el día13 de marzo de 1741 hasta el 20 de mayo del mismo año, que remite a Su Majestad don Blas de Lezo. Museo Naval de Madrid. Jueves 20 de Abril de 1741.
15 Quintero Saravia, G.M. (2002). Don Blas de Lezo: defensor de Cartagena de Indias. Planeta Colombiana. Pág. 277.
16 Pembroke, J (1741) “True Account of Admiral Vernon’s conduit of Cartagena”. En: Michener J.A. (1990). Caribbean. Fawcett.
17 Victoria, P. (2005). El día que España derrotó a Inglaterra. Altera. Pág. 278.

Figuras:
- Figura 1 – Retrato de Blas de Lezo de origen desconocido.
- Figura 2 – Combate de una fragata española con el navío británico Stanhope (1710). Óleo sobre lienzo (143 x 250 cm), pintado por Angel Cortellini Sánchez (1858-1912), a principios del siglo XX.
- Figura 3 – La fragata de Blas de Lezo remolcando el navío Stanhope (1710). Óleo sobre lienzo (74 x 102 cm), escuela española (ca.1820).
- Figura 4 – Distintivo de la escuadra de Blas de Lezo (1731) con el escudo rodeado por la orden del espíritu santo y el toisón de Oro. Museo Naval de Madrid.
- Figura 5 – Fotografía del castillo de San Felipe de Barajas en la actualidad con la estatua de Blas de Lezo al pie del mismo señalando la dirección por donde apareció la flota inglesa.
- Figura 6 – Plano de Cartajena, su puerto y su península de Tierra bomba hasta Boca chica en estado de ofensa y defensa por disposición del Excmo. Sr. D. Blas de Lezo, comandante general de los presentes navío galeones de S.M. Católica. 1940. En: Planos de ciudades iberoamericanas y filipinas existentes en el Archivo de Indias (1982). Instituto de Estudios de Aministración Local y Diputación de Granada.
- Figura 7 – Ataque británico en Cartagena de Indias (1741). Óleo sobre lienzo (50 x 70 cm), de Luis Gordillo (1994), copia de una litografía de los Episodios marítimos, publicada en Madrid en 1849. Museo Naval de Madrid.
- Figura 8 – Moneda acuñada en Inglaterra (1941). Aparece Blas de Lezo rindiendo su espada, arrodillado, ante el almirante Vernon. Al anverso una leyenda en latín dice: “La arrogancia española humillada por el almirante Vernon”. Museo Naval de Madrid.
- Figura 9 – Movimientos de la campaña contra Cartagena de Indias. Elaboración propia.
- Figura 10 – Retrato de don Blas de Lezo y Olavarrieta, marqués de Oviedo, teniente general de la Real Armada. Óleo sobre lienzo (94 x 79 cm), escuela española, copia anónima del año 1853 de un original propiedad de sus descendientes. Uniforme grande establecido en 1724. Museo Naval de Madrid.